Dejó su personaje de “Graduados” para protagonizar la comedia “Mi amor, mi amor”, en la que interpreta al bombero Juan. Pero también tuvo este año su participación en “La dueña”, donde era el hijo muerto del personaje que interpretaba Mirtha Legrand y aparecía siempre en el recuerdo, mediante el recurso narrativo de los flashbacks.
Por si fuera poco también reemplazará, desde el 9 de enero, a Leo Sbaraglia en la puesta teatral de la obra “Cock”, en la que encarna a un gay que se enamora de una mujer.
Y el cine también lo tendrá como protagonista de “La inocencia de la araña”, película de Sebastián Caulier que se estrena en breve, y donde interpreta a un profesor de Biología del que se enamoran dos de sus alumnas de 12 años.
Es así, Juan Gil Navarro está por todos lados. Y para colmo, “Floricienta” sigue cumpliendo y dignificando el rating de la media tarde. “Es la revolución productiva sin Menem. Revolución productiva de verdad, no de chamuyo”, señala el actor con picardía. “Estoy muy contento. Todo esto que pasa es una sumatoria de voluntad, de huevo, de respeto, de creatividad, de no tomar al público por tonto. Para mí es importante devolverle calidad a gente que dispone de su tiempo de ocio para verte”, añade en relación a la serie “Mi amor, mi amor”, la producción de Martín Seefeld y Pablo Echarri que consiguió en sus primeros capítulos 23.4 punto de rating.
Gil Navarro se asume como un actor popular, pero intenta despegar tal condición a la idea de producto ligero y de escasa calidad: “Se habla tanto en tono despectivo de Doña Rosa, de lo que la gente quiere. Y la realidad es que nadie sabe lo que la gente quiere, ni Doña Rosa es una ignorante. Ese es un concepto elaborado por Bernardo Neustadt suponiendo que tal señora no sabía por qué el kilo de tomates tenía tal o cual precio, y ya fue”.
“Además, la hija y la sobrina de Doña Rosa crecieron y, por otro lado, le hicieron ver que determinados productos le tomaban el pelo. Y entonces Doña Rosa subió sus estándares. Y afortunadamente estamos ahí diciéndole a ella ‘mire, esta ficción le resultará fascinante, y tiene mucho que ver con lo que usted quería'. En mi opinión, la televisión es eso, una tarea de servicio. La televisión es eso, en un punto, más allá de que también es un negocio”, completa.
-¿Siempre has actuado en tiras, series, unitarios, lo que sea, que te hayan dejado satisfecho?
-Como todos en este medio, he hecho cosas como para pagar el alquiler. Sobre todo al comienzo. Pero aún en ese momento los dioses han sido muy generosos conmigo.
-¿Por qué?
-Porque toda la gente que he conocido pagando derecho de piso ha conformado la visión del oficio que tengo en la actualidad. El común denominador de todos los buenos tipos y minas con los que trabajé me dijeron “tratá de encontrar tu propio camino. No le faltes el respeto a nadie, pero decí lo que necesitás”. Supongo que por eso ahora, con casi 40 años (los cumple el 15 de agosto del próximo año), me llega la capitanía y la responsabilidad de manejo de un equipo. Ya tengo un anclaje copado para poder sostenerlo. Tengo más conocimiento, más capacidad para escuchar lo que los compañeros necesitan. Esto no es sólo la voluntad individual.
-Tu imagen se multiplica en pantalla, ¿sos un actor viral?
-Tengo más horas que la señal de ajuste (risas). Arranqué el año como invitado en “Graduados” y terminé haciendo algo mayor de lo que cualquiera podía suponer. Después de siete años de “Floricienta”, nadie esperaba que rompiera como rompió. Por supuesto que todos hacemos cosas para dar en el blanco, hacer un buen negocio y ofrecer mejor entretenimiento.
Después de eso, todo excede tu voluntad. La participación/cameo en “La dueña”, la reposición de “Floricienta”, la invitación de Sebastián Ortega de continuar lo que había iniciado. Como si eso fuera poco, llegó esta propuesta del canal y en estos términos “no sabíamos que podías hacer comedia, que podías divertir”. Mi respuesta fue que yo tampoco lo sabía, me enteré este año.
-¿Acaso no te asumías comediante?
-Todo tuvo que ver con un cambio en mi carrera. Y que mi mujer me dijo “che, ¿por qué no te dejás de joder y te divertís un poco? ¿Por qué no tomás más relajado a las oportunidades?” Y Nancy Duplaá, compañera de lujo y amiga, me sugirió “¿y si te dejás de pelear con el cartelito de galán y te lo calzás de una vez? Tonto”. Y entonces pensé: “Les voy a hacer caso". Son dos mujeres a las que adoro. Mi mujer, que está en el área de la psicología, me advirtió que si cambiaba mi persona cambiaba mi potencial como actor. Esa sensación viral de la que hablabas, tiene que ver con un virus de alegría, de comodidad. Es un momento para compartirlo con todos. Como sea, siempre cultivé la versatilidad. Las cosas que he elegido hacer han sido distintas. Es decir, si bien la gente puede pensar “este está hasta en la sopa”, por mi parte he tratado de no repetirme.
-¿Estás cansado?
-No tengo tiempo para estar cansado. En el medio de todo esto, llegó la propuesta de Pablo Kompel, dueño del Paseo La Plaza, para (no quiero usar reemplazar) tomar la posta de Leo Sbaraglia (que se fue a filmar a España) en una comedia buenísima que se llama “Cock”. Se reestrenará en enero. Serán meses intensos de tele y teatro. Pero el teatro es como correr en la cinta de un gimnasio. Te desenchufa, te da más capacidad para jugar, para estar creativo, para que el oído no se te llene de óxido. Podés escuchar lo que tu compañero dice, no sólo esperar el pie. ¿Me explico?
-Perfectamente. Recién contabas que Duplaá te sugería que te asumieras como galán y que tu esposa te decía que histeriquearas con tu condición de comediante. Galán fue Darín y comediante Francella. ¿Son modelos a seguir?
-Excelentes modelos. Más allá de mi búsqueda personal, de la necesidad de encontrar una voz propia, hay un denominador común tanto en Ricardo como en Guillermo y es que laburan, laburan, laburan y laburan. David Lynch, lo leí días atrás, decía que hay que trabajar lo más que uno pueda hasta encontrar la mejor de las oportunidades. Juan Carlos Gené también reivindica no parar y Roberto Arlt siempre privilegió “la prepotencia del trabajo”. Hay que laburar, aun con el riesgo de equivocarse.
-Más allá del impacto inicial de "Mi amor, mi amor", volvés a "Graduados".
-Por supuesto, tengo que volver a abrazar al querido Guille. Muy amorosamente, tanto Sebastián Ortega como Pablo Culell, me dijeron “vení, divertite, te lo merecés”. No me lo tenían que pedir. Tengo un agradecimiento enorme al personaje y al elenco. Creo que me moriría si me quedo en casa para ver el capítulo final. Me moriría de tristeza. “Graduados” es una gran marca en la memoria de todos.
-¿Tanto le debés a ese personaje?
-La verdad es que estaba convocado como primer actor invitado, con una labor por 15 capítulos... Pero Willy pegó. Se me ocurrió reírme de la gente de la zona norte de acá, que habla así (los imita) y que te mira por encima del hombro. Me había comido varios de ellos gastándome a lo largo del tiempo preguntándome “¿vos sos actor?” (lo dice con voz nasal) y ahora dije “me voy a vengar de estos cabrones”. Y entonces me puse el chicle en la boca y largué. Me divertía con esa imitación. Tenía algo de exorcismo, incluso. De libido sublimada, de odio transformado en... ¿Amor?
Fuente: Los Andes