Este año, para llegar al premio mayor de Gran Hermano,
los participantes sumarán a su ambiente competitivo, la ley del dinero.
Si bien es la base del juego – todos quieren la plata, además de llegar
a la tele -, esta vez la ley del “capitalismo salvaje” es el condimento
agregado.
Lo posicionó Jorge Rial con esta frase: “Cuando la plata entra por la puerta, el amor se va por la ventana”, y lo constató luego cuando explicó las nuevas reglas del juego. La lucha por “el mango” viene a impulsar el costado más ávido de los participantes y a adueñarse de la poca libertad que les queda dentro de la casa. Ahora tanto en las nominaciones como en el régimen para tener cigarrillos y golosinas, el dinero gobernará las decisiones de los “recluidos”.
El programa en si también acrecentó su apetito por la plata. Agregó
una segunda casa y con la premisa de que “el público puede elegir
quiénes entren a la casa”, sumó una votación y un (lucrativo) 0-800.
En esta edición, los “hermanitos” se enfrentarán a este aditamento de
“realidad”. Ellos conviven en un universo de fantasía: no respetan
horarios para dormir o comer, no tienen que salir a trabajar ni cumplir
con algún compromiso social, no les preocupa la inseguridad ni los
acontecimientos del mundo. Sin embargo, el dinero llegó como una
inyección para contrarrestar los momentos lúdicos y agregar adrenalina,
estrategia y “hacer bailar al mono”.
En las próximas semanas, vamos a ver a un grupo de chicas y chicos
cumpliendo objetivos tales como imitar a Los Wachiturros, disfrazarse,
armar un rompecabezase de dos millones de piezas u organizar un
campeonato de “piedra, papel o tijera”, y todo será incentivado por la
codicia de esa "maldita plata".
Fuente: Televisión.com.ar